lunes, 20 de agosto de 2012

Los columpios invisibles




El sonido de las gotas al caer me tranquiliza, hasta el caos de un diluvio tiene su propio ritmo, su orden, su lógica…

Sonrío… 
se que va a llegar: el recuerdo de un abrazo prematuro que nunca nos dimos pero, que yo siento desde antes incluso…
de que  cayeran aquellas primeras gotas.

Alguien dijo una vez, que hay que aprender bailar bajo la lluvia, irónicamente, yo lo aprendí permaneciendo sentado. Como esperando a que se revelase aquel secreto que, años después, solo, entendería.

Fue a los 7  años la mayor parte de los juegos me producía malestar o me resultaban monótonos y aburridos  “les volts du carrousel”, el ida y vuelta del sube y baja o el flash de emociones causada por el tobogán o la adrenalina de caer del pasamanos no eran nada comparados con el ritual de esconderme en los ligustrinos, rasparme las rodillas, ensuciarme las medias y sentarme a leer las desventuras de Luna de primavera, los comics viejos de mis primas mayores o todo aquello que me entrara en los bolsillos enormes de los abrigos que me tejía la abuela y que yo devoraba gustosamente…

aquella vez vino el viento, y llegó la lluvia barriéndolo todo, llenando los espacios vacíos de los días soleados, cegándonos con gotas gordas y pesadas y sin embargo dándome esa libertad extra que solamente yo conocía en mis infantiles argumentos.
Con paso ágil voy retrocediendo, la lluvia en mi cara produce divertidas sensaciones, como si el cielo pudiera hacerme cosquillas, guiándome solo por el chirriar de las cadenas  libres del peso de mis fugitivos amigos. Me siento alcanzar esos columpios invisibles,  ahora solo míos (mientras el tiempo lo permita) al sol siempre ocupados, diferentes, aburridos… 
pero que en penumbras y bajo agua me pertenecían.

Los dedos se me arrugan, el pelo se alborota, mi cuerpo se enfría… solo somos esos columpios invisibles y yo, verdes, rojos y amarillos; resbalosos, divertidos…
libres.

Me balanceo por horas, el sonido de las gotas al caer me tranquiliza, el caos de un diluvio tiene mi propio ritmo, mi orden, mi lógica…

Sonrío…
se que va a llegar: la calma de la lluvia sobre mi cara con la rebelión de tus caóticos rizos, la libertad de las cadenas en tu abrazo, un murmullo en tu voz para quebrar el silencio. 
Y quizás un beso tibio y una sonrisa, que nos recuerde que a menudo…

Hasta el cielo puede caer.