El
sonido de las gotas al caer me tranquiliza, hasta el caos de un diluvio tiene
su propio ritmo, su orden, su lógica…
Sonrío…
se que va a llegar: el recuerdo de un abrazo prematuro que nunca nos dimos pero, que yo siento desde antes incluso…
de que cayeran aquellas primeras gotas.
se que va a llegar: el recuerdo de un abrazo prematuro que nunca nos dimos pero, que yo siento desde antes incluso…
de que cayeran aquellas primeras gotas.
Alguien
dijo una vez, que hay que aprender bailar bajo la lluvia, irónicamente, yo lo
aprendí permaneciendo sentado. Como esperando a que se revelase aquel secreto
que, años después, solo, entendería.
Fue
a los 7 años la mayor parte de los
juegos me producía malestar o me resultaban monótonos y aburridos “les volts du carrousel”, el ida y vuelta del
sube y baja o el flash de emociones causada por el tobogán o la adrenalina de
caer del pasamanos no eran nada comparados con el ritual de esconderme en los ligustrinos,
rasparme las rodillas, ensuciarme las medias y sentarme a leer las desventuras
de Luna de primavera, los comics viejos de mis primas mayores o todo aquello
que me entrara en los bolsillos enormes de los abrigos que me tejía la abuela y
que yo devoraba gustosamente…
aquella vez vino el viento, y llegó la lluvia barriéndolo
todo, llenando los espacios vacíos de los días soleados, cegándonos con gotas
gordas y pesadas y sin embargo dándome esa libertad extra que solamente yo
conocía en mis infantiles argumentos.
Con
paso ágil voy retrocediendo, la lluvia en mi cara produce divertidas
sensaciones, como si el cielo pudiera hacerme cosquillas, guiándome solo por el
chirriar de las cadenas libres del peso
de mis fugitivos amigos. Me siento alcanzar esos columpios invisibles, ahora solo míos (mientras el tiempo lo
permita) al sol siempre ocupados, diferentes, aburridos…
pero que en penumbras y bajo agua me
pertenecían.
Los dedos se me arrugan, el pelo se alborota, mi cuerpo se enfría… solo somos esos columpios invisibles y yo, verdes, rojos y amarillos; resbalosos, divertidos…
libres.
Me
balanceo por horas, el sonido de las gotas al caer me tranquiliza, el
caos de un diluvio tiene mi propio ritmo, mi orden, mi lógica…
Sonrío…
se que va a llegar: la calma de la lluvia sobre mi cara con la rebelión de tus caóticos rizos, la libertad de las cadenas en tu abrazo, un murmullo en tu voz para quebrar el silencio.
se que va a llegar: la calma de la lluvia sobre mi cara con la rebelión de tus caóticos rizos, la libertad de las cadenas en tu abrazo, un murmullo en tu voz para quebrar el silencio.
Y quizás un beso tibio y una sonrisa, que nos
recuerde que a menudo…
Hasta
el cielo puede caer.