¿A donde vas cuando los días no tienen colores?
" Sus ojos amarillos se enfrentaron a los de la niña y sus labios le regalaron una sonrisa. El desconsuelo del periódico se disolvió en sus palabras, y Leli supo que allí en el mar, todos éramos el mismo, y que nunca más el general Rueda Quijano iría solo, andando desdeñoso al paredón, mirando por los ojos serios de los soldados y las cámaras absurdas de los fotógrafos de prensa. El lugar al que lo habían llevado las balas de los máuseres era el mismo al que se dirigía su río de rápidos violentos: un mar azul de soles amarillos. Desde ese resplandor, el general la miraba acercarse. "

" Y me miró. Antes, nunca me había mirado. Yo la miré. Estaba a horcajadas sobre la rama del árbol, como otra persona que no fuera yo misma. Me sorprendieron sus cabellos, su voz y sus ojos. Era otra. Sentí vértigo. El árbol se alejó de mí y el suelo se fue abajo. También ella desconoció mi voz, mis cabellos y mis ojos. Y también tuvo vértigo.
(...)
Eva y yo nos mirábamos las manos, los pies, los cabellos, tan encerrados en ellos mismos, tan lejos de nosotros. Era increíble que mi mano fuera yo, se movía como si fuera ella misma. Y también queríamos a nuestras manos como a otras personas, tan extrañas como nosotras o tan irreales como los árboles, los patios, la cocina. "
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